La definición común del término medible, es algo que se puede medir. Por supuesto, la expresión evaluable es lo que se puede determinar y calcular su valorar significativo.
El servicio medible no es imaginario, ni simplemente se queda en la buena intención de quien prodría prestar ayuda. Por su parte, en la evaluación del servicio se aprecia y se mira con buenos ojos el mérito de quien brinda la cooperación.
En una ocasión, Jesús hizo la siguiente oración:
"Oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, gracias por esconder estas cosas de los que se creen sabios e inteligentes, y por revelárselas a los que son como niños" (Mateo 11:25).
Es una evidente expresión de que Dios actúa en concreto y no en teoría. Aunque todos somos imagen de Dios (Génesis 1:27), de todos modos Dios distingue y diferencia a unos de otros. De la misma manera el servicio debe priorisar a sus beneficiarios.
Lo mismo sucedió con el servicio de Cristo. Aunque su obra favorecía a todo el mundo (1 Juan 4:14), sólo muchos, y no todos, son quienes reciben la remisión de los pecados (Mateo 26:28), y al final serán apartados unos de otros (Mateo 25:32).
Hay condiciones para recibir la redención. Aunque es para todos, las personas para recibir la salvación deben creer (Juan 3:16). Para recibir el regalo de la vida eterna, es necesario que las personas comprendan, reconozcan y confién en Cristo Salvador:
"Es por eso que trabajamos con esmero y seguimos luchando, porque nuestra esperanza está puesta en el Dios viviente, quien es el Salvador de toda la humanidad y, en especial, de todos los creyentes" (1 Timoteo 4:10).
Jesús es la Palabra de Dios, que se encarnó y habitó entre nosotros (Juan 1:14). La presencia de Jesús en la tierra no fue conceptual. Jesús vino a prestar un servicio presencial, físico y palpable:
"Cristo murió y resucitó con este propósito: ser Señor de los vivos y de los muertos" (Romanos 14:9).
La labor de Jesús no fue abstracta, ni tampoco inderminada. Lejos de ser un servicio teórico, fue una acción muy práctica y corporal a favor nuestro. Se trató de padecer, morir y resucitar, para darnos la salvación:
"Tal como Dios nuestro Padre lo planeó, Jesús entregó su vida por nuestros pecados para rescatarnos de este mundo de maldad en el que vivimos" (Gálatas 1:4).
Además, Jesús fue muy consciente de su misión. Su comportamiento y sus palabras son de un verdadero y auténtico servidor. Teniendo conciencia de ser Hijo de Dios, a quien llamó Abba (14:36), se despojó de su condición divina (Filipenses 2:6-8) y él mismo proclamó como iba a ser su insuperable servicio a favor de la humanidad:
"A partir de entonces, Jesús empezó a decir claramente a sus discípulos que era necesario que fuera a Jerusalén, y que sufriría muchas cosas terribles a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los maestros de la ley religiosa. Lo matarían, pero al tercer día resucitaría" (Mateo 16:21).
La misión que se le encomendó a Jesucristo es medible y evaluable en la manifiestación de sus frutos (Mateo 7:16). Por eso, al final de su ministerio Jesús mostró una evidente actitud de contentamiento, por el honesto desempeñado de su trabajo, y por haber terminado su labor:
"Yo te di la gloria aquí en la tierra, al terminar la obra que me encargaste" (Juan 17:4).
Fue tan evidente la evaluación que Jesús hizo de su labor, que pudo medir las consecuencias. Después de resucitar y ante sus alegres, asombrados y sorprendidos apóstoles, Jesús hace una valoración y apreciación del cumplimiento de su cometido: .
"Cuando estaba con ustedes antes, les dije que tenía que cumplirse todo lo escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos" (Lucas 24:44).
El servicio de Jesús fue medible, porque pudo comparar, observar y determinar
su dimensión de un antes de su muerte y un después de resucitar. El servicio debe dimensionarse, ya sea por la
cantidad o la calidad de las actitudes y de las acciones, tanto de
quienes prestan el servicio, como de los receptores de la ayuda.
Cuando se presta un servicio a
favor de alguien, esa acción produce resultados que se pueden
identificar y medir, bien sea por sus dificultades, los acontecimientos
físicos que sucedan o por la frecuencia con la que se registren los hechos.
En el servicio hay metas y objetivos, que muchas veces van más allá de esperar resultados numéricos y cuantificables. Pero siempre el servicio es una acción que se puede medir y evaluar, si en verdad es eficaz. La misma Palabra de Dios, manifiesta el preciso y determinado poder de su actuación:
"Pues la palabra de Dios es viva y poderosa. Es más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra entre el alma y el espíritu, entre la articulación y la médula del hueso. Deja al descubierto nuestros pensamientos y deseos más íntimos" (Hebreos 4:12).
En todo servicio, para que se pueda medir y evaluar, entra la capacidad de los agentes, la formación adecuada y los recursos necesarios que garantizan alcanzar las metas.
Cuando se proyecta un ministerio de servicio, el tiempo, los materiales, el dinero y los demás recursos son fundamentales. Toda labor de servicio que se pueda medir y evaluar es encomiable:
"¿Quién comenzaría a construir un edificio sin primero calcular el costo para ver si hay suficiente dinero para terminarlo? (Lucas 14:28).