En general, predicar es pronunciar un sermón sobre algún tema. Para
algunos es hablar en defensa de ideas o propagar doctrinas. Para otros es
persuadir con elocuencia a un público, dar consejos o reprender al auditorio.
Muchas veces, la
predicación se enfoca en dar respuesta a las inquietudes por las cuales está pasando la
iglesia. Se adaptan pasajes bíblicos y se usan recursos técnicos para
solucionar problemas de los congregantes.
Hay iglesias en donde
la predicación viene prefabricada en un calendario de ciclos hasta por
tres años, que se siguen repitiendo consecutivamente de por vida. Ya el
predicador sabe que es lo que va hablar dentro de tres, cinco, diez años y
más.
Es evidente la gran cantidad de predicadores, que se preocupan mucho por las
técnicas de la predicación y de los regios componentes fundamentales para una
buena exposición de un tema o un texto bíblico.
Existen numerosos y variados cursos
de homilética. Hay quienes aseguran que han descubierto y creado la tecnología más
avanzada, infalible y eficaz para predicar la Palabra de Dios.
Hay clases metódicas que enseñan a predicar. Dichas metodologías son expuestas por avezados en el tema, quienes encuentran alumnos interesados y dispuestos a practicar dichas
destrezas.
Sin embargo, cuando
vamos al magisterio y a la academia de Jesús, el Maestro de maestros, encontramos divergencia con las
propuestas de quienes se creen expertos en la ciencia de la predicación.
Jesús es el Maestro por
excelencia de la predicación. No sólo dió instrucciones de cómo y qué predicar (Lucas 10:1-20), sino que él mismo ejerció el oficio, pues iba por todos lados anunciando su mensaje:
"Recorría Jesús todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo" (Mateo 9:35).
Jesús predicaba el evangelio del reino motivado por las condiciones de incertidumbre en que vivía la población. Las multitudes no tenía quien les anunciara y les proclamara un mensaje de esperanza, que sacara a la gente de la confusión:
"Al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor" (Mateo 9:36).
Ante semejante calamidad e infortunio, Jesús conmueve a sus discípulos a tomar acción. Hace un diagnóstico de la realidad. Enfoca la necesidad del pueblo y señala la manera de resolver el problema:
"Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies" (Mateo 9:37-38).
Aquí entendemos que los predicadores son llamados por vocación divina a compartir lo que le han visto hacer, sentir y decir a su Maestro. Se trata de imitar al Maestro. El propósito es poseer el mismo sentir profundo y la íntima relación que tuvo Dios con Jesús:
"Hace mucho
tiempo, Dios habló muchas veces y de diversas maneras a nuestros
antepasados por medio de los profetas. Y ahora, en estos
últimos días, nos ha hablado por medio de su Hijo"
(Hebreos 1:1-3).
¿Qué otro mensaje
puede dar un predicador, si no es el contenido en la persona de
Jesús? ¿Cómo se debe predicar y qué se debe predicar, si no es
siguiendo las instrucciones del mismo Maestro de la predicación?
"No os preocupéis
por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo
que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu
de vuestro Padre que habla en vosotros" (Mateo 10:19-20).
En el mismo contexto
de las instrucciones que Jesús imparte a sus discípulos, afirma
que predicar es hacer público lo que les ha dicho en secreto.
Además, dice Jesús que hay que hacerlo sin temor, porque todo lo
que ha sucedido y se ha dicho está destinado a conocerse:
"Así que, no los
temáis; porque nada hay encubierto, que no haya de ser
manifestado; ni oculto, que no haya de saberse. Lo que os digo en
tinieblas, decidlo en la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo
desde las azoteas" (Mateo 10:26-27).
El mensaje de Jesús fue articulado a los oídos de sus discípulos. Mensaje que a su vez, el Padre le había encomendado a Jesús. El Maestro de Galilea, sólo estaba mostrándose a sus incondicionales e inseparables amigos:
"Ustedes ahora son mis amigos, porque les he contado todo lo que el Padre me dijo" (Juan 15:15).
El predicador es un íntimo de Jesús. Hay que especificar,
que Dios habla a las personas en particular. Pero también hay que aclarar que cuando un predicador habla, es porque ha escuchado
a Dios en su intimidad.
Jesús mismo afirmó que
El no hablaba por su propia cuenta. Decía lo que le había comisionado su Padre. No pasaba los límites:
"Le preguntaron: ¿Y quién eres? El que siempre dije que era. Tengo mucho para decir acerca de ustedes y mucho para condenar, pero no lo haré. Pues digo sólo lo que oí del que me envió, y él es totalmente veraz" (Juan 8:25-26).
Predicar es hablar lo que Dios dice en secreto, porque es la manera usual que Dios se da aconocer. Predicar es dar a conocer lo que Dios dice en la intimidad. Dios comunica a personas indicadas lo que la humanidad debe conocer:
"He aquí, tú amas
la verdad en lo íntimo, y en lo secreto me has hecho comprender
sabiduría" (Salmo 51:6).
Esta intimidad con
Dios no se refiere a los momentos de oración, de devocional o
adoración. Se trata de un estado permamente de estar en compañía de Dios, a quien se le conoce por su fidelidad y
lealtad: